UN TOQUE DE VIOLENCIA de JIA ZHANG-KE (2013)
Si hay algo que llama la atención del espectador
cinematográfico es saber que la película que va a ver está basada en hechos
reales. Lo más significativo de las cuatro historias que conforman Un toque de violencia es que están
sacadas de las redes sociales chinas, donde tuvieron una gran repercusión. El
descubrimiento de las mismas llevó a su director, Jia Zhang-ke, a reunirlas
para hacer una sola película.
Las cuatro historias nos introducen en el clima de violencia
que se está dando actualmente en China, debido a los cambios bruscos que están teniendo
lugar en el país: cambios económicos, sociales… que chocan de frente con la
China más tradicional, que en muchas ocasiones es también la China rural. Cada
una de ellas está ambientada en un lugar diferente, y toca un tema distinto.
La primera historia nos habla de la corrupción política y de la perdida de la moral de las personas cuando hay dinero de por medio. La segunda, quizás la más floja de todas, nos permite seguir los pasos de un mafiosillo insensible de medio pelo. La tercera nos cuenta cómo los prejuicios y la violencia pueden atentar contra la dignidad de una persona, concretamente contra la recepcionista de un local de masajes. Y la última trata sobre la soledad y la autodestrucción. El vínculo entre estas historias es prácticamente nulo, los personajes no se conocen, ni viven en los mismos lugares, y si hay algo que les une, es la violencia. La violencia que desencadena más violencia, sobre todo si se ejerce sobre una persona que parece débil e indefensa.
La primera historia nos habla de la corrupción política y de la perdida de la moral de las personas cuando hay dinero de por medio. La segunda, quizás la más floja de todas, nos permite seguir los pasos de un mafiosillo insensible de medio pelo. La tercera nos cuenta cómo los prejuicios y la violencia pueden atentar contra la dignidad de una persona, concretamente contra la recepcionista de un local de masajes. Y la última trata sobre la soledad y la autodestrucción. El vínculo entre estas historias es prácticamente nulo, los personajes no se conocen, ni viven en los mismos lugares, y si hay algo que les une, es la violencia. La violencia que desencadena más violencia, sobre todo si se ejerce sobre una persona que parece débil e indefensa.
Las escenas de violencia han sido rodadas con frialdad,
mostrando lo que otros no se atreven, desde un rostro desintegrado por un
escopetazo hasta el humo de una fábrica contaminando lo que antaño sería un
hermoso paisaje. Sin duda, es una película visualmente poderosa. La fotografía
es impecable, y se centra en mostrarnos lo feo, lo inerte, lo condenado…
Un toque de violencia es el film más directo del director
chino. Si bien es cierto que se mantiene en su línea de rodar dramas sociales,
enmarcados en la dicotomía entre la ciudad y el campo. Esto puede verse en Pickpocket, Placeres desconocidos,
Naturaleza muerta. Siendo esta última una de las más aclamadas hasta la
fecha. Sus personajes vagan errantes, insatisfechos y sin ilusión, y en el caso
de Un toque de violencia, desesperados.
Con su estilo casi documental narra como China se beneficia
supuestamente del crecimiento económico. Su experiencia personal invade la
película. En primer lugar, por el tono documental (habitual en él) y, en
segundo, por la influencia del wuxia. El
título original, A touch of sin, hace
referencia a A touch of zen, película
de 1971 del realizador King Hu, quien fue uno de los directores que más
aportaciones hizo al género de las artes marciales. En general, la relación con
el wuxia es más metafórica que estética:
los personajes toman las armas para aplicar su propia ley, su propia justicia.
Jia Zhang-ke se arma igual que sus personajes, pero en su
caso, lo hace con el escepticismo y la amargura. Ofrece su propia visión de la
China contemporánea, alienada y perdida entre tanto cambio. Un toque de violencia no es una película
de visionado fácil, tanto por su ritmo, al que no está acostumbrado el público
occidental, como por su crudeza. No hay grandes discursos, ni finales épicos,
solo la sensación de haber visto algo terriblemente real.
Comentarios
Publicar un comentario