Estreno: MAGIA A LA LUZ DE LA LUNA de WOODY ALLEN



Por fin vuelvo a mi actividad habitual en el blog. Ya acabado el trabajo de fin de máster al fin voy a ser capaz de retomar esto con ganas y entusiasmo. Y para ello que mejor forma que con la nueva película de Woody Allen, mi cínico favorito.

No puede decirse que, realizando una película al año, el director neoyorquino sea capaz de realizar obras maestras en un abrir y cerrar de ojos. Magia a la luz de la luna no es una de ellas. Sin embargo, es una encantadora y tierna comedia romántica muy disfrutable. La premisa es muy sencilla: Colin Firth es Stanley, un mago inglés que disfruta desenmascarando médiums allá donde se le requiere. Él es cínico, pesimista, racional, pretencioso... él es, a mi modo de ver, el nuevo alter ego de Woody Allen (solo le falta ser hipocondríaco y ya tendríamos el pack completo). Pero las cosas cambiaran para él cuando conozca a Sophie (la maravillosa Emma Stone), una médium a la que debe desenmascarar, y que se está aprovechando de unos ricos americanos que viven en la Costa azul francesa.



Los actores están estupendos, especialmente ellos dos. La lástima es no haberla visto en versión original, pues seguro que los monólogos de Firth y sus brillantes conversaciones con Stone se lucirán mucho más. Hacía tiempo que no me quejaba de esto, pero sí, el doblaje es bastante flojo. Sobre todo porque los actores no tienen las voces a las que estamos acostumbrados, y sonaban excesivamente pomposos. A parte de esto, no puedo dejar de mencionar a Eileen Atkins como la tía de Stanley, gran actriz inglesa a la que adoro.

La puesta en escena de los años veinte es el marco perfecto para esta comedia ligera, cuyo chispeante guión puede recordarnos a las comedias clásicas americanas, como las de Lubitsch. En cualquier caso, no debemos dejarnos confundir pues, bajo toda esa fresca elegancia, están las reflexiones habituales del director. Las que faltaron en su última y mediocre comedia, A Roma con amor. Me estoy refiriendo, por supuesto, a la religión, la felicidad, la posibilidad de creer en un más allá... Temas que siempre han tenido atormentado al escéptico de Woody Allen, que parece que con casi 80 años sigue buscando respuestas, o puede que siempre lo haya tenido claro, pero le siga gustando deleitarnos con su arte y su estilo personal e inconfundible.


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