Las bandas sonoras de mi vida
¿No os pasa a vosotros que cuando
os sucede algo, cualquier cosa, instintivamente os viene a la mente la canción
de alguna película que os ha recordado a aquello que estáis haciendo? Supongo
que sí, pues la música es algo que va intrínsecamente unido a la vida, y las
bandas sonoras forman una parte importantísima de las películas que vemos.
Pero no penséis que esto pasa por
casualidad, no, no. Las bandas sonoras suelen tener (o tienen siempre) un
leitmotiv, una melodía que suena de forma recurrente en diferentes partes de la
película, y cuando la oímos, nosotros ya sabemos porque suena, sabemos que ese
música que está sonando, va unida a un personaje o un tipo de escena concreta.
Por eso, cuando estamos viendo El señor de los anillos y comienza a sonar la melodía
de “Concerning Hobbits”, sabemos que van a aparecer los hobbits o la Comarca o
que ellos van a ser los importantes en esa escena. También puede pasar que
vosotros mismos os encontréis frente a una adorable pradera ondulante y empiece
a sonar en vuestras mentes esta música, porque irremediablemente ya la tenéis
ahí.
Hay compositores que también tienen
sus propios leitmotivs. Es posible que estemos escuchando la canción de una
banda sonora pero no sepas de qué película es, sin embargo comienza a sonar una
melodía y puede que no estés seguro de la película, pero ya has reconocido al
compositor. Un caso muy evidente es el de Hans Zimmer, pues en muchísimas de
sus bandas sonoras aparece un fragmento muy parecido al de las demás, y esto se
puede rastrear en casos como Piratas del Caribe, Misión Imposible, Pearl
Harbor, El caballero oscuro, e incluso Gladiator.
Las bandas sonoras instrumentales
no son las únicas que nos dejan huella, también nos la pueden dejar las
canciones de cualquier artista cuya canción haya sido incluida en la banda
sonora de una película. Todos sabemos que Audrey Hepburn canta “Moon river” en
Desayuno con diamantes, y que “These boots are made for walking” de Nancy
Sinatra aparece en La chaqueta metálica, o que si cantamos efusiva y desesperadamente
“All by myself” estaremos emulando a Bridget Jones.
Cada uno tiene sus bandas sonoras
favoritas, esas que inundan su vida. A mí me gusta llorar escuchando la de
Memorias de África o El paciente inglés, correr porque llevo prisa con Origen,
ponerme melancólica con los tangos de Astor Piazzolla de Happy together, reír
como una niña con canciones Disney, sentirme transportada a la fría Rusia con
el Doctor Zhivago o a la Inglaterra de principios del XIX con Orgullo y
prejuicio, incluso naufragar con el Titanic (con Leo de la mano, si no, no
tendría gracia obviamente).
Podría seguir enumerando bandas
sonoras que adoro hasta la eternidad pero será mejor que lo deje por hoy y ya
me extenderé en otra ocasión, pues hay tantos, tantos compositores que me
encantan que nos podrían dar las uvas. Espero que vosotros también las disfrutéis
porque como dijo Platón: “La música es para el alma lo que la gimnasia para el
cuerpo”.
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